Dicen en India que es mucho más difícil encontrar a un buen discípulo que a un buen maestro. Cuando pienso en buenos discípulos me acuerdo de Daya Mata. Yogananda, su maestro, la hacía trabajar intensamente; en una ocasión ella se quejó ante él de que con tanto trabajo apenas tenía tiempo para meditar. Yogananda le respondió: "tú haz el trabajo que te mando y no te preocupes, yo meditaré por ti". Cuando Yogananda dejó su cuerpo en 1952 Daya Mata se hizo cargo de toda su organización. Y alcanzó el nirvikalpa samadhi, el trance yóguico de la unión con el Absoluto. Fue de los pocos discípulos de Yogananda que alcanzaron este raro logro. Su imagen en samadhi transmite una dulzura y un gozo insondables. El maestro mantuvo su promesa.
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