"Un día, desanimado ante la maldad y el estado catastrófico - en mi opinión - del mundo, fui a expresarle mi desaliento a mi maestro. Le comenté que esta tierra era todo menos un lugar feliz. "¿Con tanto sufrimiento, para qué estamos aquí?" le pregunté.
- Para disfrutar de la luz.
- ¿Para disfrutar de la luz? Casi solté una risotada - ¿Qué luz hay en este mundo, lleno de ladrones, de explotación de unos seres humanos sobre otros, codicia, egoísmo...? Hasta la naturaleza se muere con el maltrato del hombre.
Mi maestro me miró en silencio.
- Mira al sol, ¿qué ves?
- ¿Qué voy a ver? Nada, sólo luz que me deslumbra. Me quedo ciego. No hay nada especial que ver, excepto deslumbrarme.
- Ahora entra en el cuarto trastero, al fondo del patio.
Fui allí. Nada especial, un cuarto oscuro con una ventana, a través de la cual un rayo de luz iluminaba los trastos que se allí se acumulaban.
Volví junto al maestro.
- Ya estoy. ¿Y?
- ¿Qué viste?
- Trastos viejos en la oscuridad, apenas se veía nada, hay poca luz.
- ¿Viste el rayo de luz que entraba?
- Sí.
- ¿Podrías ver algo sin ese rayo de luz?
- No.
Silencio. Le miraba, y él esperaba que dijera algo. Pero no tenía nada que decir.
- ¿Entiendes? Es en la oscuridad cuando podemos comprender la importancia de la luz. Estamos rodeados de oscuridad, como dices, pero es así como podemos apreciar, comprender - y disfrutar - de cosas como una sonrisa a tiempo, una palabra de aliento, un gesto noble cotidiano, un pequeño acto de generosidad no pedido, la ayuda, la solidaridad. Tenemos el privilegio de estar aquí para poder apreciar estos rayos de luz, destacan mucho más, son más bellos entre la oscuridad. Por pequeños que sean, debemos aprender que bastan para iluminar nuestro mundo. ¡Estamos recibiendo un curso vital sobre la luz!
Me quedé mirándole.
- Te estás perdiendo lo mejor. Te estás perdiendo la luz. Agradece la oscuridad, que te ofrece la oportunidad de conocerla."
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