sábado, 30 de abril de 2011

Un cuerpo para el Amor Divino


"Para el que ha conocido el amor por la Divinidad, todas las otras formas de amor son demasiado densas o demasiado mezcladas con pequeñez, egoísmo y oscuridad; son como un regateo perpetuo o una lucha por la supremacía o la dominación, e incluso entre las mejores hay multitud de malentendidos e irritabilidad, de fricción e incomprensión.

Sólo el que ha conocido el éxtasis del intercambio de amor con el Divino puede saber cuán insípido y apagado y endeble resulta cualquier otro intercambio en comparación. E incluso aunque se requiera la disciplina más austera para llegar a este intercambio, nada es demasiado duro, demasiado largo o severo con el fin de lograrla, porque sobrepasa toda expresión.

Muchas veces, con el fin de hacer más fácil la disciplina y de crear una intimidad perceptible más fácil y cercana, el Divino ha buscado, en su forma más elevada de amor, asumir un cuerpo físico similar en apariencia al cuerpo humano; pero en cada ocasión, aprisionado en las formas densas de la materia, fue capaz de expresar sólo una caricatura de Sí mismo. Y con el fin de manifestarse en la plenitud de su perfección, espera sólo que los seres humanos hayan realizado algún progreso indispensable en sus consciencias y en sus cuerpos; porque la vulgaridad de la vanidad del hombre y la estupidez de su engaño confunden el sublime amor divino, cuando se expresa en forma humana, con un signo de debilidad, de dependencia y de necesidad.

Aun así el hombre ya sabe, al principio de forma oscura, pero más y más claramente conforme se acerca a la perfección, que sólo el amor puede poner fin al sufrimiento del mundo; sólo la alegría inefable del amor en su esencia puede barrer del universo el dolor ardiente de la separación. Porque sólo en el éxtasis de la unión suprema descubrirá la creación su propósito y su plenitud.

Es por ello que ningún esfuerzo es demasiado arduo, ninguna austeridad demasiado rigurosa si puede iluminar, purificar, perfeccionar y transformar la sustancia física para que no pueda esconder más al Divino cuando tome una forma exterior en la materia. Porque entonces esta maravillosa ternura será capaz de expresarse libremente en el mundo, el amor divino que tiene el poder de cambiar la vida en un paraíso de dulce alegría.

Ya que hemos decidido reservar el amor en todo su esplendor para nuestra relación personal con la Divinidad, sustituiremos nuestras relaciones con los demás por una total, invariable y constante amabilidad y buena voluntad que no espere recompensa o gratitud algunas o incluso reconocimiento alguno. No importa cómo otros te traten, nunca te permitirás ser arrastrado por resentimiento alguno; en tu amor sin mezcla por la Divinidad, dejarás que ella sea la única que juzgue cómo protegerte y defenderte contra la incomprensión y mala voluntad de los demás.

Esperarás sólo del Divino tus alegrías y placeres. En él sólo buscarás y encontrarás ayuda y apoyo. Él te confortará en todas tus penas, te guiará en el camino, te levantará cuando tropieces, y si hay momentos de fracaso y agotamiento, te llevará en sus fuertes brazos de amor y te envolverá en su calmante dulzura.

En resumen, la austeridad del sentimiento consiste entonces en renunciar a todo apego emocional, de cualquier naturaleza, sea a una persona, a la familia, al país o a cualquier otra cosa, con el fin de concentrarte en un apego exclusivo por la Realidad Divina. Esta concentración culminará en una identificación integral y será un instrumento para la realización supramental sobre la tierra."


La Madre, del Ashram de Sri Aurobindo 

martes, 12 de abril de 2011

Aum, el latido de la Creación



Nuestro corazón es un órgano incansable: no para de latir, 24 horas al día, dirigiendo la circulación de la sangre por todo nuestro cuerpo, y sosteniendo la vida de nuestro organismo. De forma similar, los Siddhas de India, los que desarrollaron el arte científico del Yoga, hablan de una vibración constante que sostiene todo el universo. Esta afirmación hubiera sonado extraña a la ciencia occidental del siglo XIX, pero cuando Einstein demostró que la “materia” es también una forma de energía, entonces se hizo posible otra comprensión de la realidad, más cercana a la de los Siddhas de antaño. Toda energía vibra, tiene un patrón de vibración. El patrón que subyace a toda la energía que compone el universo, según los Siddhas, es el sonido Aum. Un sonido sólo perceptible con el instrumento de nuestra propia consciencia.

Es popular la imagen del Yoga como de alguien sentado en postura del loto mientras repite OM, OM, con los ojos cerrados. Lo que no es tan conocido es  que la vibración de Aum (también se usa Om) se puede oír. Esto se hace en una práctica avanzada de Yoga, que expande la consciencia del yogui, al conectarlo con la Fuente de la creación. Una maravillosa ayuda para los “buscadores de la Verdad”, aquellos que indagan sobre la naturaleza última de la realidad.

Para los que están familiarizados con este sonido, es relativamente fácil encontrar réplicas de esta vibración primordial en diferentes culturas. El tañido de las campanas de nuestras iglesias tiene esa poderosa y evocadora resonancia; en otras sociedades el se ha usado ritmo del tambor para evocar un trance que suponga ir más allá del estado habitual de consciencia. El ritmo, la melodía, ciertamente encantan y embelesan a la mente… ¿hay alguien a quien no le guste la música? Ciertamente no.

El Yoga nos habla de siete chakras, siete centros psico-energéticos sutiles alineados a lo largo de nuestra columna. El centro del corazón se llama “Anahata”, que en sánscrito significa “no golpeado” o “indestructible”. Es en este chakra donde se oye principalmente el sonido Aum, un sonido indestructible e invencible que sostiene incesantemente todas las cosas, igual que el latido del corazón sostiene el funcionamiento del cuerpo. El chakra Anahata se localiza en la columna vertebral, a la altura del corazón.


El sonido surge normalmente cuando se golpean dos objetos. Pero el omnipresente sonido de Aum no necesita que eso suceda para surgir en la consciencia del practicante de Yoga. De ahí el nombre de “no golpeado”. El sonido divino de Aum se conoce como “Nada”. A través de él el yogui puede expandir su consciencia limitada, saliendo de la cárcel de su propio ego y de su mente inconstante, acercándose a la Consciencia omnipresente que sostiene al universo.



 Dice el Siddha Gorakantah en su obra Hatha Yoga Pradipika:

“Así como una abeja, mientras bebe el jugo dulce, no quiere el olor de la flor, así la mente, absorta en el Nada, no desea los objetos de goce.

La mente, cautivada en la trampa del Nada, deja todas sus actividades y, como un pájaro con las alas sujetas, se vuelve tranquila enseguida.

Cuando escucha el sonido de Anahata, la mente interpenetra lo cognoscible. La mente se absorbe ahí, que es el asiento del Señor todopoderoso y omnipresente.”


Una práctica avanzada

En tiempos pasados hubo una polémica entre los Siddhas, entre los partidarios de difundir públicamente las técnicas yóguicas y los partidarios de entregarlas en privado sólo a aquellos discípulos convenientemente preparados y merecedores de este conocimiento. El Siddha Goraknath, famoso en toda India y Nepal, era más abierto a la difusión del conocimiento yóguico. Los versos de su obra “Hatha Yoga Pradipika” nos ofrecen diversas técnicas yóguicas muy valiosas y consejos para su uso. Aunque siempre acaba siendo imprescindible la figura de un maestro realizado, la práctica de estas técnicas va preparando al yogui, acelerando su evolución.

En esta obra encontramos algunos versos que explican la técnica de oír el sonido Aum:

“El sonido que un muni (sabio silencioso) oye cerrando sus orejas con los dedos, debe ser oído atentamente, hasta que la mente se vuelva estable en él.

Al principio los sonidos que se oyen son de gran variedad y muy ruidosos, pero incrementando la práctica se vuelven más sutiles.

Los deseosos del reino del Yoga deben ocuparse en la práctica de escuchar al Nada de Anahata, con la mente calmada en sí misma y libre de todas las distracciones.”

El gran yogui Sivananda describe esta práctica en su obra “Kundalini Yoga”:

“Los sonidos Anahata son los sonidos místicos que el Yogin oye durante su meditación. Algunos estudiantes pueden oír eso claramente con cualquiera de sus oídos y algunos con ambos. Hay sonidos fuertes, y también sonidos sutiles. A partir de los fuertes, uno tendrá que captar los sutiles, y a partir de los sutiles uno tendrá que captar los más sutiles. Los principiantes sólo podrán oír el sonido cuando tenga tapados los oídos. Los estudiantes avanzados podrán concentrarse en el sonido Anahata hasta sin taparse los oídos.

Siéntese en su asana habitual. Tape sus oídos con los pulgares. Oiga y observe minuciosamente el sonido interno a través de los oídos. El sonido que oiga desde dentro le hará sordo respecto a todos los sonidos exteriores. Cierre también los ojos. Al iniciar su práctica oirá muchos sonidos fuertes. Más tarde los oirá de manera intermedia. Al principio, al concentrarse la mente en cualquier sonido, se fija firmemente en él y se enfrasca en él.

No puede esperar oír el sonido inmediatamente después de cerrar los oídos. Ha de concentrarse y mantener unidireccional a su mente.”

En la práctica de la meditación en Aum uno puede experimentar cómo la mente se calma, se vuelve tranquila “como un pájaro con las alas sujetas”. Y tras ello pueden surgir burbujas de gozo, el gozo del Ser, abriéndose paso a través de la mente, como los rayos del sol a través de las nubes, iluminando la consciencia expandida.

Existe un momento excelente para esta práctica: horas antes del amanecer, cuando existe un silencio general y todas las formas mentales que nos ocupan durante el día parece que están desconectadas, ya que la mayoría de las personas duermen todavía. Un momento ideal para esta práctica avanzada.