Nuestro “yo” desaparecerá un día, junto con nuestra personalidad, nuestro cuerpo y nuestra mente.
Por eso el Yoga no va de engrandecer nuestro ego. Tampoco de machacarlo. El Yoga intenta ir más allá del “yo” para fundirnos con lo permanente tras él. A esto algunos lo llaman realización del Ser. El tiempo de nuestra vida, afirma, es para encontrar y realizar al Ser que en realidad somos.
El ego se enreda con las experiencias físicas, emocionales y mentales. Y éstas son duales: placer y dolor van siempre juntos. Y son impermanentes, todo cambia constantemente. Encontrar felicidad duradera en estas experiencias es como intentar retener agua con las manos. Lo intentamos una y otra vez.
Y así va pasando el tiempo.
Esto no es bueno ni malo. Es lo que hay. Tenemos la vida para experimentar todo esto.
El Yoga apunta más alto, a una felicidad inagotable. Y dice que esta felicidad es la naturaleza real de nuestro Ser. El yogui “vende todo para adquirir esa perla de gran valor”.
Deja atrás la ola de superficie del “yo” para sumergirse en el océano del Ser.
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