La necesidad de crecer, evolucionar, el anhelo de algo más elevado, la búsqueda de la realización, no son un juego ni un engaño más de la mente. Por el contrario, reponden a la voz del alma, velada tras la mente, que busca su plenitud en la forma, manifestarse a través de los vehículos imperfectos del físico, el emocional y el mental. Es como el anhelo de una semilla que busca germinar y crecer hacia el sol. Los Siddhas aceptaron este reto y trascendieron las limitaciones de la condición humana - hasta límites que superan nuestro raciocinio - y dejaron mapas de carreteras para que pudiéramos seguir su camino. Uno debe buscar el mapa yóguico que más resuene en su corazón y seguir su rumbo. Perseguir esa meta no significa que no disfrutemos del camino; un poco de práctica yóguica es mucho, y supera con creces la paz o el gozo que nos ofrece el mundo. En la paz del presente vislumbramos una paz inmutable y definitiva.
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