Los Siddhas enseñan que el cuerpo humano es el templo de Dios. El hombre es una representación en miniatura de la Inteligencia Suprema, la Fuente de todo. El propósito de la vida es realizar a Dios y manifestar esa realización en todos los planos de la existencia. La iluminación en un cuerpo enfermo no puede ser considerada como la meta fnal, ni siquiera la perfección, según los Siddhas. Es posible para un hombre sobrepasar las cinco limitaciones del cabello gris, la visión oscurecida, la vejez, la enfermedad y la muerte. Es posible para el cuerpo humano mantener su juventud.
Los Siddhas descubrieron por qué el cuerpo envejece y desarrollaron pasos para prevenir el envejecimiento. Por ejemplo, ellos vieron que la duración de toda vida animal es inversamente proporcional a su ritmo de respiración. Esto es, cuanto más lenta la respiración, más larga la vida. Y al revés, cuanto más rápida la respiración, más corta la vida. Los Siddhas sugieren que si respirásemos quince veces por minuto o menos, deberíamos vivir cien años. Cuando la respiración se vuelve agitada o cuando uno respira mucho más rápido que esto, se reduce la duración de nuestra vida.
Usando tales técnicas de respiración, los Siddhas aprendieron a ralentizar la respiración hasta cero y a entrar en un estado sin aliento de comunión con Dios o samadhi. Ello llevó la influencia de estados más elevados de consciencia sobre sus cuerpos físicos, transformándolos gradualmente en un cuerpo divino o cuerpo dorado. El cuerpo de un Siddha emana un brillo dorado como resultado de un largo proceso de transformación. La evolución de nuestro cuerpo físico requiere el compromiso de luchar contra nuestro mayor enemigo: nosotros mismos.
Los Siddhas descubrieron por qué el cuerpo envejece y desarrollaron pasos para prevenir el envejecimiento. Por ejemplo, ellos vieron que la duración de toda vida animal es inversamente proporcional a su ritmo de respiración. Esto es, cuanto más lenta la respiración, más larga la vida. Y al revés, cuanto más rápida la respiración, más corta la vida. Los Siddhas sugieren que si respirásemos quince veces por minuto o menos, deberíamos vivir cien años. Cuando la respiración se vuelve agitada o cuando uno respira mucho más rápido que esto, se reduce la duración de nuestra vida.
Usando tales técnicas de respiración, los Siddhas aprendieron a ralentizar la respiración hasta cero y a entrar en un estado sin aliento de comunión con Dios o samadhi. Ello llevó la influencia de estados más elevados de consciencia sobre sus cuerpos físicos, transformándolos gradualmente en un cuerpo divino o cuerpo dorado. El cuerpo de un Siddha emana un brillo dorado como resultado de un largo proceso de transformación. La evolución de nuestro cuerpo físico requiere el compromiso de luchar contra nuestro mayor enemigo: nosotros mismos.
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