lunes, 19 de enero de 2015

Swami Trailanga


En muchas ocasiones, Trailanga swami fue visto tomar, sin efectos nocivos para él, los más poderosos venenos. Millares de personas, incluyendo a algunas que aún viven, han visto a Trailanga flotando en el Ganges. Durante días enteros se le podía ver sentado sobre el agua, o sumergido largo tiempo bajo las olas. Un panorama común en los baños “ghats” de Benares, era ver el cuerpo inmóvil sobre las flamantes lozas, completamente expuesto a los rayos candentes del sol de la India. Por estos medios, Trailanga trataba de enseñar que la vida de un yogui no depende del oxígeno, ni de otras condiciones consideradas imprescindibles. ya fuera que él estuviera encima o debajo del agua, que su cuerpo estuviera expuesto a la fuerza de los rayos solares, el maestro probó que vivía de la conciencia divina; la muerte no le podía herir.

El yogui era grande no sólo espiritual, sino también físicamente. Su peso excedía las 300 libras, una libra por cada año de existencia de su vida. Como comía rara vez, el misterio se acentuaba aún más.

Trailanga se presentaba siempre completamente desnudo. Para la policía de Benares, éste era un problema desconcertante. El swami, natural como el primitivo Adán, era del todo inconsciente de su desnudez. La policía tenía completa conciencia de ello y, sin embargo, lo encarcelaron sin ceremonia. Con asombro general, pronto el enorme cuerpo de Trailanga se vió sobre las azoteas de la prisión. Su celda permanecía aún cerrada de manera segura y nunca se encontró ningún indicio de cómo pudo salir.

Los oficiales de la Ley, descorazonados, ejercieron su deber una vez más. En esta ocasión, se apostó un centinela delante de la puerta de la celda. A pesar de todo, Trailanga fue visto paseando despreocupadamente sobre el techo de la prisión. la justicia es ciega; los burlados policías decidieron seguir su ejemplo.

A pesar de su cara redonda, y su enorme estómago semejante a un barril. Trailanga comía pocas veces. En ocasiones permaneció varias semanas sin tomar alimentos, para luego romper su prolongado ayuno, bebiendo grandes baldes de leche cuajada que le eran ofrecidos por los devotos. Cierta vez un escéptico quiso ponerlo en evidencia como un charlatán, y puso delante de él un balde con una mezcla de cal de la que se usa generalmente para blanquear las paredes y le dijo con fingida reverencia:

- Maestro, le he traído este cubo de leche cuajada; bébalo usted. 

Trailanga, sin titubear, se bebió hasta la última gota del ardiente contenido. Pocos minutos después, el malhechor caía al suelo, sufriendo terribles dolores.

- Sálveme, Swami; sálveme de este fuego interior que me consume y perdone mi malvada prueba.

El gran yogui rompió su silencio habitual y le dijo:

- ¡Burlón! No te diste cuenta, al ofrecerme el veneno, de que mi vida es una con la tuya propia. Ahora que ya conoces la Ley del Talión divino, nunca más hagas maldades a los demás.

El bien castigado pecador, curado con las palabras de Trailanga, se escurrió sumisa y calladamente.


"Autobiografía de un yogui", Yogananda

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