Cuando Krishna era un bebé, la demonia Putana se dirigió a la aldea de Gokula, donde vivía, con la idea de matarlo (cosas de demonios). Para ello transformó su apariencia horripilante en una deslumbrante mujer, bellamente ataviada, y untó con veneno sus hermosos senos. Así se presentó en la aldea, abriéndose paso entre sus habitantes, tan deslumbrados por su impresionante apariencia que nadie objetó nada cuando se dirigió a la cuna donde estaba Krishna y sacó su pecho para darle de mamar.
El pequeño Krishna se puso a beber de su pecho con fruición, ante el regocijo de la demonia Putana. Pero pronto ella sintió que algo iba mal. No sólo porque el veneno no parecía surtir efecto alguno, sino que, con cada trago de Krishna, se sentía más y más débil... comprendió, con espanto, que el bebé le estaba absorbiendo toda su energía vital. Dio un alarido e intentó separarse de él, pero el bebé Krishna agarró su pecho con tal fuerza que no podía huir, mientras mamaba con más y más intensidad. La bella Putana fue perdiendo su belleza y su forma, arrugándose como una pasa seca mientras Krishna absorbía con satisfacción hasta el último suspiro de su energía. Finalmente cayó muerta, con la apariencia de una hoja marchita, recobrando su apariencia retorcida de demonia.
Los aldeanos comprendieron entonces que habían sido engañados por una demonia, y recogieron sus restos para incinerarla en una pira, mientras Krishna, tras la comida, dormía plácidamente en la cuna. Prendieron fuego al cadáver de Putana, y cuando las llamas se elevaban, oyeron con sorpresa una música como de otro mundo, y vieron que de ellas salía la forma de un ser angélico. Era el ángel Punita, que antes de partir hacia regiones celestiales, les dijo que Krishna la había transformado a ese estado, que ya no era más la demonia Putana. Cuando él absorbió su toda energía vital, absorbió también todo su mal karma. Krishna aceptó el alimento que ella le ofreció, aunque envenenado. Y Punita se elevó rauda hacia los cielos.
"Entrégame todo a mí, lo malo y lo bueno, y yo te liberaré de tus cargas" dice Krishna en el Gita. La forma de liberarnos de los frutos de nuestras acciones, buenos o malos, es entregarlos al Divino. Si aceptó el veneno de la demonia Putana, ¿cómo no aceptará cualquier cosa que le ofrezcamos con amor?
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