Muchas veces los textos que
escriben los discípulos de un yogui realizado son tan interesantes o más que
los que escribe ese maestro… aunque los discípulos no tengan ni de lejos esa
realización espiritual. Los textos de los discípulos nos cuentan cosas del
maestro que éste, por simple modestia o ausencia de ego, no cuenta públicamente.
Pero afortunadamente tenemos a los discípulos, para enterarnos así de algunas
cosas que sucedieron.
Tal es el caso de Kriyananda,
recientemente fallecido, discípulo de Yogananda. Es una figura controvertida,
con sus luces y sus sombras, pero escribió un libro muy interesante titulado “El
sendero”. Se trata de su biografía, que para mí, no es relevante, pero las
páginas que dedica a su experiencia con Yogananda, su maestro, son preciosas,
una auténtica delicia, pues recogen fielmente las enseñanzas personales que
recibió del maestro y multitud de anécdotas inspiradoras. Estas anécdotas
incluyen desde milagros reales a simples enseñanzas, que Yogananda nunca haría
públicas, salvo en comentarios privados a sus discípulos.
Yogananda, un gran yogui, realizó su misión en Estados Unidos, en la primera mitad del siglo
pasado. El contraste entre un yogui realizado de la India y la estricta (para
algunas cosas) sociedad norteamericana da realmente mucho juego. He
seleccionado dos anécdotas de Yogananda, recogidas por Kriyananda en sus
libros, que puedes leer a continuación:
Kriyananda con su maestro Yogananda
El anónimo
Un día, en Boston, Massachusetts,
Yogananda recibió una carta en la que se le criticaba por “patrocinar” a Jesús
en Occidente. “¿No sabe usted que jamás vivió”, expresaba el autor. “Fue un
mito, inventado para engañar a la gente”. La carta no tenía ninguna firma.
Yogananda oró para ser guiado
hasta quien escribió la carta. Aproximadamente una semana más tarde, estaba de
visita en la Biblioteca Pública de Boston. Allí, viendo a un extraño sentado en
un banco bajo una de las ventanas, se dirigió hacia él y se sentó a su lado.
“¿Por qué me escribió usted esa
carta?”, le preguntó.
El hombre se sobresaltó con
sorpresa. “¿Qué quiere usted decir? ¿Qué carta?”.
“En la que usted afirmaba que Jesucristo
fue sólo un mito.”
“Pero… por todos los cielos, ¿cómo
supo usted que yo escribí eso?”.
“Tengo mis modos” – respondió el
Maestro – “y quería que usted supiera que el poder por el que le he encontrado
a usted me capacita también para saber con certeza que Jesucristo vivió y que
fue como la Biblia dice. Él fue un verdadero Cristo.”
-- del libro
"El Sendero", de Kriyananda
Cena con la alta sociedad
En otra ocasión
Yogananda asistió a un banquete formal de la alta sociedad. Mientras se sentaba
en su compañía, pensaba “Qué desperdicio de una buena encarnación. ¡Esta
gente lo tiene todo, aun así están simplemente tirando esta oportunidad de
mejorar su karma! ¿No se dan cuenta de qué buena fortuna es encarnar siquiera
en un cuerpo humano?
Después, la enjoyada anfitriona se le acercó. “Swami”, dijo con una sonrisa, “estoy segura de que a esta élite le encantaría escuchar algunas palabras de usted”.
“Perdóneme”, replicó, “pero realmente no tengo nada que decir que alguien aquí quiera escuchar”.
“Oh, por favor, diga sencillamente algo, Swami. Usted es un maravilloso orador. Todos mis invitados estarían encantados de escucharle”.
Yogananda pensó “¡no seré un perrito faldero social!”.
Reticente, se levantó, caminó a la cabecera de la mesa, y se volvió hacia ellos con una expresión calmada pero fiera.
“¿Os llamáis a vosotros mismos ‘alta sociedad’?” dijo. “¿Qué os hace eso? ‘Alta’ implica un elevado estado de consciencia. ¿Es alta vuestra consciencia? ¿Está elevada de alguna forma? Al menos la mitad de vosotros estáis bebidos. Vuestros intereses en la vida son superficiales. ¡Si por ‘alta’ queréis decir que vuestros estanques son tan superficiales que su fondo está casi en la superficie, entonces estoy de acuerdo con vosotros! Pero por vuestra conversación aquí esta tarde tengo la impresión de que sólo pensáis en dinero, provecho, adulación y en correr tras las esposas de los otros.”
“Estar en la ‘alta’ sociedad os debería de dar un sentido de la responsabilidad hacia aquellos por debajo de vosotros en la escala social. Deberíais darles ejemplo. Podríais actuar noblemente, e inclinaros a ayudarlos. En vez de eso, ¿qué hacéis? Si os inclináis es para vaciar sus bolsillos de cualquier miseria que les pueda quedar. ¡Vergüenza sobre todos vosotros! Esperaba, al venir aquí esta tarde, encontrar al menos a gente de cultura. En vez de eso, lo que encontré fue como cerdos en el comedero, tragando, masticando y engullendo, como si la vida no ofreciera nada más elevado a tal supuesta noble criatura, el hombre, que cal para su sepulcro. No me extraña que Jesús dijera “¡dejad que los muertos entierren a sus muertos!”.
Muchos de los invitados del banquete estaban llorando. Todos ellos parecían muy impresionados, casi fuera de sus casillas. Una mujer le exclamó: “¡Qué imagen terrible ha pintado de nosotros! ¡Y lo peor es que es todo cierto!”.
La anfitriona estaba al principio con expresión ceñuda, con rechazo. “¿Debo agradecerle esta condena insensible?”. Mirando a su alrededor, ella vio en muchos ojos expresiones de profundo remordimiento. Entonces prosiguió, más humilde, “lo siento… Todos nosotros… Bueno, hacemos lo mejor que podemos. Nos ha corregido, pero (se derrumbó) Dios nos perdone a todos!”.
Yogananda se dijo: “¡Satán! Cuán a menudo ha intentado ganarme. ¡Esta vez con la oferta del prestigio social!”.
(Cuando Yogananda habla de “Satán” no se refiere al demonio cristiano, sino al engaño cósmico).
-- del libro "Paramhansa Yogananda: A Biography", de Kriyananda
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