viernes, 8 de febrero de 2013

Consciencia individual - Consciencia divina


La consciencia es la facultad de darse cuenta de volverse sabedor de cualquier cosa, sea lo que sea, a través de la identificación con ella. Pero la consciencia divina no sólo es consciente, sino que sabe y ejecuta. Porque la mera consciencia no es conocimiento. Volverse consciente de una vibración, por ejemplo, no significa que conozcas todo sobre ella. Sólo cuando la consciencia participa en la consciencia divina obtiene conocimiento pleno mediante la identificación con el objeto. 

Ordinariamente, la identificación conduce a la ignorancia más que al conocimiento, porque la consciencia se pierde en lo que se vuelve, y es incapaz de considerar las causas correctas, concomitantes, y las consecuencias. Así que te identificas con un movimiento de ira y tu ser entero se vuelve una vibración airada, ciega y precipitada, olvidada de todo lo demás. Es sólo cuando permaneces atrás, permaneces desapegado en medio del torbellino apasionado, que eres capaz de ver este proceso con un ojo conocedor. Así que el conocimiento, en el estado ordinario de ser, es obtenido más bien al distanciarse de un fenómeno, al observarlo sin llegar a identificarse con él. 

Pero la consciencia divina se identifica con su objeto y lo conoce completamente, porque siempre se vuelve una con la verdad esencial o ley inherente en cada hecho. Y no sólo conoce, sino que, mediante el conocer, produce lo que quiere. Ser consciente es para ella ser efectivo – cada uno de sus movimientos es un relámpago de omnipotencia que, además de iluminar, inflama su camino finalmente hasta la meta dictada por su naturaleza-verdad.

Tu consciencia ordinaria está muy mezclada con la inconsciencia – ésta desorienta, tensa, y está impedida, mientras que por la unidad con el Supremo compartes la Naturaleza Suprema y obtienes el conocimiento pleno siempre que te vuelvas a observar cualquier objeto y te identifiques con él. Por supuesto, esto no equivale a abrazar todos los contenidos de la consciencia divina.

Tus movimientos se vuelven verdaderos, pero tú no posees todas las múltiples riquezas de la actividad divina. Aun así, dentro de tu esfera, tú eres capaz de ver correctamente y según la verdad de las cosas – lo que es ciertamente más que lo que llama en términos yóguicos “conocimiento por identidad”. Porque el tipo de identificación que enseñan muchas disciplinas yóguicas extiende tus límites de percepción sin atravesar el corazón más interno de un objeto: ves desde dentro, por así decirlo, pero sólo su aspecto fenoménico. Por ejemplo, si te identificas con un árbol, te vuelves consciente de la forma como un árbol es consciente de sí mismo, aun así no llegas a conocer todo sobre un árbol por la simple razón de que por sí mismo no posee tal conocimiento. Compartes los sentimientos internos del árbol, pero ciertamente no comprendes la verdad que representa, igual que por ser consciente de tu propio ser natural no posees de una vez la realidad divina que secretamente eres. Mientras que si eres uno con la consciencia divina, tú conoces – cuál es la verdad tras él, en resumen, conoces todo, porque la consciencia divina conoce todo.

Entregarte al Divino es renunciar a tus estrechos límites y permitirte ser invadido por Él, y hacer un centro para su juego. Pero debes tener en mente que la consciencia universal, tan amada por los yoguis, no es el Divino: puedes romper tus límites horizontalmente si quieres, pero estarás bastante equivocado si tomas a la sensación de amplitud y de multiplicidad cósmica como el Divino. El movimiento universal es, después de todo, una mezcla de falsedad y de verdad, de modo que parar ahí es ser imperfecto; porque puedes muy bien compartir la consciencia cósmica sin alcanzar nunca la Verdad trascendente. Por otro lado, ir al Divino es también alcanzar la realización universal y aun así permanecer libre de falsedad.

La barrera real a la auto-entrega, sea a lo Universal o a lo Trascendente, es el amor del individuo a sus propias limitaciones. Es un amor natural, ya que en la misma estructura del ser individual hay una tendencia a concentrarse en los límites. Sin eso, no habría sentido de la separación – todo estaría mezclado, como sucede bastante a menudo en los movimientos mentales y vitales de la consciencia.

Porque en el Divino no pierdes realmente tu individualidad: tú sólo renuncias a tu egoísmo y te vuelves el individuo verdadero, la personalidad divina que no es temporal como la construcción de la consciencia física, que es normalmente tomada como tu ser." 

La Madre


"Uno puede poseer todo el universo y sentir, sin embargo, que el Señor le elude" 

Sri Yukteswar



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