Algunos comentaristas cristianos han malinterpretado la filosofía india al pensar que trata de aniquilar la individualidad y renunciar a la vida. La disciplina yóguica no trata de anular a la persona, sino de anular al ego, nuestro pequeño “yo”, enfrascado en sí mismo y en obtener sus pequeños y transitorios goces. Este mismo proceso de trascender el ego es el que realizan los místicos cristianos (y los místicos de diferentes tradiciones religiosas) y al llevarlo a cabo atraviesan la llamada “noche oscura del alma”. En ella se van abandonando los diferentes impulsos que no están en sintonía con nuestro propósito más elevado, se van soltando las partes de nuestra personalidad, nuestros gustos y apetencias, a veces muy familiares y queridos, que no responden a la voz de nuestro ser superior:
"Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtatela. Es mejor para ti entrar en la Vida manco, que ir a la gehenna con las dos manos, al fuego inextinguible", (Marcos 9.43).
El fuego inextinguible es el fuego del deseo, de la búsqueda del gozo en experiencias de los sentidos, que nunca acabarán de saciar esa necesidad interna de plenitud. El "pecado" es el error de buscar ese gozo fuera de nosotros, olvidando el Reino interno de Dios.
La entrega al ser superior
Cristianismo y Yoga