jueves, 5 de junio de 2014

No hay diferencia


India y sus sadhus (renunciantes), con sus pruebas misteriosas. Una anécdota del próximo libro "Kriya Yoga: profundizando en tu práctica":

Hace años, en una playa de Rishikesh, India, fui sacada de mi meditación por los gritos de un sadhu que actuaba como un loco. Surgió como de la nada o eso pareció, en una tormenta de gritos e imprecaciones. Abrí mis ojos y le vi agitando una afilada espada de metal, atacando una y otra vez por la arena, gritando en hindi o en sánscrito, un lenguaje que no entendía. Parecía bastante perturbado, incluso furioso. No sabía si estaba cantando o enfadado con todos los occidentales de la playa, o con Dios mismo. Siguió vociferando durante una hora. Los occidentales, asustados por sus diatribas, agarraron sus esterillas de Yoga y sus cojines de meditación y se fueron en desbanda por la costa rocosa para encontrar la paz de los jardines de sus hoteles. El sadhu continuó con su bronca. Cerré mis ojos y seguí meditando. Encontré el sonido de su voz auténtico, excitante y calmante al mismo tiempo. Cuando después abrí mis ojos, el sadhu estaba sentado a mi lado, sonriéndome muy dulcemente. Habló en inglés: “Dios es Amor. El Amor es Dios. A veces debemos demandar su atención”. El sadhu me dio un diente de ajo y un puñado de hierbas y me dijo que los comiera, en ese momento y allí mismo. Lo hice. Luego dijo “nunca olvides que no hay diferencia entre el Amor y Dios. Para encontrar a uno, busca al otro”.