lunes, 20 de enero de 2014

Las vírgenes necias y las prudentes... o la consciencia receptiva


El Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que, tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes. Las necias tomaron sus lámparas, pero no se proveyeron de aceite, mientras que las prudentes tomaron aceite en las aceiteras, juntos con sus lámparas. Como tardara el esposo, les entró sueño a todas y se durmieron. A media noche se oyó un grito: “Ya está aquí el esposo, salid a su encuentro!”. Entonces se despertaron todas las vírgenes y aderezaron todas sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan”. Y las prudentes respondieron: “No sea que no baste para nosotras y vosotras, mejor es que vayáis a los vendedores y lo compréis”. Mientras fueron a comprarlo vino el esposo, y las que estaban dispuestas entraron con él a las bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras vírgenes diciendo: “¡Señor, Señor! ¡Ábrenos!”. Y él respondió: “En verdad os digo que no os conozco”. Vigilad, pues, porque no sabéis el día ni la hora, Mateo 25.1-13.

Aquél que somete a los elefantes de los cinco sentidos
Enciende la lámpara de la sabiduría
Y entrando en su resplandor
Expulsa la oscuridad del interior, Tirumandiram, 2316.



Las cinco vírgenes hacen referencia a los cinco sentidos físicos. La llama de las lámparas representa la consciencia, nuestra capacidad de darnos cuenta de las cosas. Para estar conscientes y vigilantes hace falta energía, mucha energía, representada por el aceite de las lámparas; cuando somos vencidos por el cansancio o el sueño no podemos seguir manteniendo nuestra consciencia por más tiempo.

Normalmente somos absorbidos por las experiencias de los cinco sentidos, ponemos en ellos toda nuestra energía. Pero dentro de las múltiples voces que hay en nuestro interior, está la voz del novio, del Bienamado, de nuestra propia Divinidad o nuestro Ser Superior. No podemos oírla si no creamos dentro de nosotros un espacio de silencio que nos vuelva receptivos a ella. Por ello debemos reservar una parte de nuestra consciencia-energía para crear esta receptividad.

La consciencia es la parte de nosotros que es un testigo de todo lo que sucede. Jesús nos exhorta para que practiquemos la consciencia más y más. “Consciencia” un término relativamente desconocido en Occidente, donde se identifica la psique o la mente con los pensamientos, sin descubrir que detrás de ellos existe una realidad más profunda, un testigo que los experimenta.

Muchas tradiciones espirituales de Oriente se basan en el cultivo de la consciencia o la atención. Si observamos más y más nuestros pensamientos, sentimientos y percepciones conforme nacen, transcurren y desaparecen, estaremos menos sometidos a su dominio, no reaccionaremos automáticamente frente a ellos conforme aparezcan. Y con esta práctica descubriremos un espacio de paz entre ellos: es la paz de nuestro ser (existencia-consciencia-gozo), que se filtra a través de ellos como los rayos del sol se filtran a través de las nubes. El cultivo de la consciencia nos permitirá percibir las sutiles llamadas e intuiciones que a veces surgen de nuestro interior, de nuestro propio ser. Son tan sutiles que sólo en un espacio de receptividad interna podremos darnos cuenta de ellas.



Del libro
"El Yoga de Jesús: la experiencia del Reino de Dios"
www.elyogadejesus.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario