miércoles, 21 de septiembre de 2011

Una historia sobre Agastyar



Agastyar es uno de los Siddhas o “seres perfeccionados” más antiguos y legendarios. Aparece tanto en el Ramayana como en el Mahabharata, los dos grandes relatos épicos de la India.

Un verso del Tirumandiram, la obra maestra del Siddha Tirumular, ensalza la grandeza de Agastyar:


338 - Agastyar, una luz omnipresente
 

Infalible al amanecer
Con el sol de los cielos elevados
Agastyar enciende el Fuego Divino;
Él es el sagrado Muni del Norte,
donde nació el Fuego Primordial,
Y la luz radiante, omnipresente.


El verso hace referencia al viaje que hizo Agastyar desde los Himalayas hasta el sur de la India, donde llevó el linaje de los Siddhas o seres perfeccionados.

Hay múltiples leyendas en torno a la figura de Agastyar, que destacan su papel como destructor de demonios – que son la  personalización de aquellas fuerzas o tendencias que impiden el desarrollo espiritual.

En la mitología hindú hay una guerra constante entre los demonios o asuras y los dioses – los primeros siempre aspiran a acosar y a derribar a los segundos, por lo que periódicamente hace falta alguna intervención divina para restablecer el orden en el universo. Los asuras o demonios suelen buscar su propio placer sin respeto por el dharma o la rectitud intrínseca universal, y el resultado suele ser sufrimiento y caos para los seres sintientes. Las manifestaciones divinas respetan y siguen el dharma, y el resultado es la prosperidad y el bienestar para todos. Esta lucha entre fuerzas constructivas y destructivas es la metáfora de nuestro proceso interno de crecimiento, en el que múltiples fuerzas están en conflicto constante, y debemos seguir nuestras tendencias más dhármicas para lograr nuestro propio bienestar y el de todos los que nos rodean.

Una de estas leyendas narra como Indra, el rey de los cielos, perseguía en vano a determinados demonios que molestaban a los dioses celestes.

Estos demonios, acosados por las fuerzas celestes de Indra, se escondieron bajo el océano. Allí no había forma de atraparlos, de modo que Indra acabó pidiendo ayuda al Siddha Agastyar.

Agastyar, mediante su poder yóguico - adquirido tras prácticas de años de intensas disciplinas - absorbió toda el agua del océano. Fue entonces cuando Indra y el ejército celestial pudieron localizar a los demonios y acabar con ellos. Después, Agastyar devolvió el agua al océano.


Una transformación radical

Agastyar fue uno de los gurús de Babaji, y le instruyó en la práctica avanzada del pranayama – control de la energía a través de la respiración.

El significado simbólico de esta historia es el siguiente: Indra, dios del cielo,  representa la mente. Debemos recordar que, según la tradición hindú, el cielo es otro estado más, pero no es todavía la Divinidad Absoluta, omnipresente - de ahí que haya manifestaciones divinas muy por encima de Indra. Éste, junto con su corte celestial (potencias y aspiraciones superiores de la persona) intenta librarse de los demonios o tendencias que los acosan y que quieren amenazar el bienestar y el progreso.

Muchas de estas tendencias se esconden en los estratos más profundos del inconsciente. Reciben el nombre de samskaras o tendencias latentes que configuran nuestra personalidad, bien de forma directa, o bien esperando, desde el fondo de nuestra mente, su momento para aparecer. Algunas de estas tendencias son beneficiosas (como el anhelo de crecer o de buscar la Verdad) y otras son perjudiciales para nuestro bienestar.

Todo este conjunto de samskaras o tendencias latentes son como capas de cebolla que ocultan la perla preciosa de nuestra realización del Ser. Son velos que finalmente esconden la Presencia Divina dentro de nosotros.

Patanjali, en sus Yoga Sutras, dice: "Como el recuerdo y los samskaras aparecen igualmente, hay una continuidad ininterrumpida en la ejecución de estas tendencias, aunque cambien el lugar, tiempo o momento de la vida", (Yoga Sutras IV-9).

Cuando a través de nuestra práctica yóguica nos despojamos de estos velos, nos volvemos “pobres de Espíritu”, usando las palabras de Jesús, podemos experimentar nuestro verdadero Ser, la gozosa e incondicionada consciencia pura.

Algunas de estas tendencias latentes a menudo son fuente de perturbación y sufrimiento. Sin embargo, al hallarse tan profundamente ocultas en nuestra psique, es difícil acceder a ellas y transformarlas.

La práctica avanzada del pranayama y de otras técnicas intensas del Yoga tienen el poder de hacer visibles a la luz de la consciencia estas tendencias (lo que es representado por el Siddha Agastyar absorbiendo las aguas del mar que ocultan a los demonios). Pero una vez sucede esto, es la mente – personificada por Indra y su corte celestial – la que debe realizar el trabajo de identificar, desenraizar y transformar estas tendencias.

¡El trabajo de todos los días de un Yoga profundo y real!

Los Siddhas no enseñan un Yoga para quitar el estrés, sino para eliminar el sufrimiento profundo y radical del ser humano, basado en tres manchas: el egoísmo, el karma y maya (engaño cósmico). Y este trabajo no es posible sin una transformación – también radical - de la naturaleza humana. Éste es el Yoga de los Siddhas.